La torca marferpuria se troscolaba en desrelabros, al tiempo que el sol besblefaba sobre los tópebles cémigos que furifaban
ponulosos en la ribera del río.
Juvillante estaba la tarde, por lo cual los
cémigos, adofiados por la desrelabrería de la marferpuria, voludieron ―no
sin algunos fugátiles lebridos―, presdeñir tan galdo
farunto con una indesdritada folución.
Entre gibeldeos y anteluciones, la desdilobre marferpuria
ya se fucía poco a poco con el citulbrerante fédole de quien delide un borlaz,
cuando, anféricos, los cémigos la toldimentaron ―entre
diafeles, trísgrimas y selines―, en el cauce del
río.
Gerardo.
Hablas en glíglico (:
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