domingo, 16 de octubre de 2011

Pequeñita

Es extraño cuando deseas mirar hacia dentro de ti y encuentras tu infancia. Cuando llega el momento de abrazarte, y abrazas un niño. 
Quieres seguir en el columpio, quieres imaginarte las estrellas, pero recuerdas que has crecido inevitablemente. Tu trasero ya no cabe en el asiento.
Es esa nostalgia, de cuando tu presente se vuelve tortuoso y deseas con todas tus fuerzas retroceder. Hacerte chiquito, inocente, tocar un insecto sin retorcerte de asco. Incluso extrañas cuando hacerle un cariño a tu madre era la cosa más natural del mundo.
Esta dureza de envejecer también me lastima por dentro. Este cuerpo que madura, esta mente que no descansa. Una mirada para dentro y otras lágrimas para fuera; te extrañas, te añoras, te deshaces en memorias. Te amas y no.
Y bueno, que crecer te acerca un poquito más a la muerte, a ese misterio que, paradójicamente, me muero por conocer. O sea tampoco me muero por morir, pero me da curiosidad. 
Así las cosas, de cuando sigues siendo una niña en el recuerdo.








C.C.

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