lunes, 28 de noviembre de 2011

La salida del viejo

Vestía una bata azul marino y unas clásicas pantuflas de abuelo el día que olvidó que estaba

atrapado en su cuerpo, en su casa, en sus recuerdos, en sus anhelos y en su prisión más

grande: él. Con una taza de café insípido en una mano y un cigarrillo en la otra, como solía

acostumbrar, dio un paso fuera de la casa hacia su porche. Era demasiado tarde para olvidar

esto que creía olvidar o que pasaba por alto. Se desplomó sobre una pila de periódicos

acumulados al pie de la puerta cuyas fechas se remontaban a ya unas semanas atrás, y

escapó, para siempre, de todas esas cárceles que lo habían estado aprisionando.



Alex P.