El agua ya sale fría, el sol pega ya de manera suave,
miraba secamente el lavamanos, pero me hartaba su indiferencia al tocarle,
tiré con rapidez de su brazo y aun así se negaba a llorarme,
gire fuertemente de su cuello, pero seguía en su posición inicial,
nos miramos y por un momento coincidimos en ayudarnos mutuamente,
jale suavemente su brazo, coloqué mis manos bajo su cuello y una lluvia helada
dejó mis dedos ahogados en llanto, un llanto frío, una venganza fría,
ahora le puedo decir, ¡Hola otoño!, llegaste a tiempo y me diste la mano.
Julián
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