domingo, 30 de octubre de 2011

Líbrico.


La torca marferpuria se troscolaba en desrelabros, al tiempo que el sol besblefaba sobre los tópebles cémigos que furifaban ponulosos en la ribera del río.

Juvillante estaba la tarde, por lo cual los cémigos, adofiados por la desrelabrería de la marferpuria, voludieron no sin algunos fugátiles lebridos, presdeñir tan galdo farunto con una indesdritada folución.

Entre gibeldeos y anteluciones, la desdilobre marferpuria ya se fucía poco a poco con el citulbrerante fédole de quien delide un borlaz, cuando, anféricos, los cémigos la toldimentaron entre diafeles, trísgrimas y selines―, en el cauce del río.

Gerardo.

No me gustan los títulos

Extrañaba esta sensación, la de tener el poder absoluto. Tomo un mechón, lo observo durante un rato y entonces...
No necesito mucho; unas tijeras filosas y determinación. ¿Qué cómo se siente? Se siente como avanzar en el tiempo, como que segundos antes eras una y ahora te deshaces del pasado.
Tomo otro mechón y esta vez lo medito. ¿Así o más corto? Me parece que lo que importa no es el largo, sino el simple hecho de hacerlo mal. Me queda una cascada en forma de escaleras, así como me gusta; raro, disparejo y despreocupado. Luego crece, lento para sentir el corte radical en el futuro. Para que me sienta renovada después de tanto tiempo de ser mi pasado. Ya me cansé de ser pasado.
Ahora miro y pienso que qué bonito se vería corto, como para no tener que lidiar con cuidarlo. Luego sonrío al descubrirme envuelta en insensatez. Por más que lo ahogo en el pasado, no puedo vivir sin él.
Cayendo poquito a poco, con esa magia lenta que tienen las cosas ligeras de caer. Me corto la rutina, me corto todas las noches que me miré a los ojos, aburrida. Ya me cansé de ser aburrida.
Espera a que el día abra los ojos y me contemple sorprendido, pues apenas ayer dejó una cabecita intacta, soñadora. Se rebeló y tiró los mechones a su espalda. Tan pequeños en el suelo, diminutos, invisibles, del pasado. Como recién comprada, cortando hasta con los ojos cerrados, imaginándote unas olas en movimiento sobre tu coronilla, deshaciéndote en emoción.
Si supieran lo que siento cuando lo hago, si supieran que no solamente significa unos cuantos pesos ahorrados para mí. Es mucho más que sólo tomar las tijeras con cariño y deslizarlas suavemente con libertad.
Termino poco a poco, encontrándome con que ya no necesito cortar más. Tijeras, ayúdenme a reencontrar la necesidad; estoy tan aburrida de crecer, de no encontrarme con otra cosa que ser grande. Ya me cansé de ser grande.
Y así, recogiendo los despojos, me limito a sonreír con  lágrimas en los hoyitos. Ojalá el cabello no creciera infinitamente, ojalá me dejara olvidarme de los recuerdos. Con las puntas tocándome la espalda, con unas raíces caducas y un tiempo de vida indefinido, con el mismo cabello de siempre; el único, el finito.
Deja las tijeras a un lado y acaricia tu inexistencia; aprende a sellar tu maldito ayer y despréndete del arrepentimiento. Ya me cansé de ser arrepentimiento.






C.C.

jueves, 20 de octubre de 2011

Lo que fue de mí.

Solo soy un caminante de caminos que tropieza cada vez que puede y se levanta aunque le duele.
Solo soy un verso de esta estrofa y caigo con ritmo y me levanto con rima.
Solo soy ése que llega y no se queda. Ése que gana pero siempre pierde.
Solo soy una ola y me rompo con cada adiós en las rocas.
Solo soy un tarareo. No tengo letra, solo música.

Solo soy otra persona en esta fila.

lunes, 17 de octubre de 2011

Falda y paraguas

Tuerso la boca, frunzo el ceño, entrecierro los ojos.
Gotas me resbalan.
Cara de lluvia y cuerpo de gota, antes agostado renace.

Pasa una figura confusa, ¿o confundida? Tal vez ambas
Cuerpo veraniego
Es ella, ¿nombre? No lo sé. Todos.
Es estío, no hay duda, está confundida y me lo dice su confusión, es estío
¿Porqué?
Falda y paraguas.- respondo, o mas bien pienso en voz alta.






Alex Padilla

domingo, 16 de octubre de 2011

Pequeñita

Es extraño cuando deseas mirar hacia dentro de ti y encuentras tu infancia. Cuando llega el momento de abrazarte, y abrazas un niño. 
Quieres seguir en el columpio, quieres imaginarte las estrellas, pero recuerdas que has crecido inevitablemente. Tu trasero ya no cabe en el asiento.
Es esa nostalgia, de cuando tu presente se vuelve tortuoso y deseas con todas tus fuerzas retroceder. Hacerte chiquito, inocente, tocar un insecto sin retorcerte de asco. Incluso extrañas cuando hacerle un cariño a tu madre era la cosa más natural del mundo.
Esta dureza de envejecer también me lastima por dentro. Este cuerpo que madura, esta mente que no descansa. Una mirada para dentro y otras lágrimas para fuera; te extrañas, te añoras, te deshaces en memorias. Te amas y no.
Y bueno, que crecer te acerca un poquito más a la muerte, a ese misterio que, paradójicamente, me muero por conocer. O sea tampoco me muero por morir, pero me da curiosidad. 
Así las cosas, de cuando sigues siendo una niña en el recuerdo.








C.C.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Rincones.

Hasta causaremos envidia a los vecinos, te digo.
Seremos tú y yo las veces que quieras en todos los rincones de todo el universo.

Hasta causaremos envidia a los amigos, te digo.
Tendremos refugio en el umbral de nuestros brazos cada noche.

Hasta causaremos envidia a las estrellas, te digo.
Cuando estemos juntos porque ahora, ahorita, no me atrevo ni a mirarte, mucho menos a tocarte.

martes, 11 de octubre de 2011

Corazón que se bifurca.

Te propongo saltarnos la línea.
Te propongo tomarnos entre letras.
Te propongo hacerte mía entre la desnudez de estas palabras.
Te propongo que me tomes de golpe.
Te propongo salirnos de contexto y nunca regresar.
Te propongo que me destruyas y, a cambio, yo me encargaré de extrañarte.
Te propongo hacer nuestro hogar en aquel corazón que se bifurca.
Te propongo que olvidemos todo esto, y así, vivirnos sin medida.

sábado, 8 de octubre de 2011

El agua ya sale fría.



El agua ya sale fría, el sol pega ya de manera suave, 
miraba secamente el lavamanos, pero me hartaba su indiferencia al tocarle,
tiré con rapidez de su brazo y aun así se negaba a llorarme,
gire fuertemente de su cuello, pero seguía en su posición inicial, 
nos miramos y por un momento coincidimos en ayudarnos mutuamente,
jale suavemente su brazo, coloqué mis manos bajo su cuello y una lluvia helada
dejó mis dedos ahogados en llanto, un llanto frío, una venganza fría, 
ahora le puedo decir, ¡Hola otoño!, llegaste a tiempo y me diste la mano.

Julián

Camarones

En un intento desesperado por demostrar la veracidad (ya no metafórica, sino literal) de ciertos refranes populares puestos en entredicho, una compañía registró pérdidas millonarias al depositar cientos de miles de camarones —previamente sedados—, en el cauce de un río, para luego comprobar que, efectivamente, sí se los llevaba la corriente.

Gerardo.

viernes, 7 de octubre de 2011

Palabras sueltas en instantes eternos...

Palabras sueltas que viajan con el viento y que con el viento vienen y que con el viento se van. La hoja caduca y el verso caduca y el hombre caduca, todos para el suelo. Teñidos de verde y naranja nos acercamos a las 12, solos y agostados, el estío nos despide a pesar de que el estío no despide, y nos roza un silencio y ya nos está tocando. Somos lo mismo, porque un espiral puede ser muy vasto pero siempre con un mismo origen, un recuerdo remolino apenas vivido... A veces aqui o allá, ¿qué importa? A veces en ningún lugar a pesar de que estamos en todos. Un instante, tocando la eternidad, dejando atrás el tiempo, codeandonos con el olvido...


Alex Padilla 

Artillería pensada.

Hoy caí. Probé el suelo. Saboreé pasos de lugares que nunca he visitado. Inhalé polvo que arrastraba pesadillas y remordimientos. Sentimientos encontrados y sueños rotos resbalaban entre mis dedos como tierra. Piedras que raspaban mis rodillas, que raspaban como gritos en las gargantas de aquellos niños. Ya no era el mismo. Esas personas que habían muerto no merecían ser olvidadas entre el polvo y la sangre. Respiré profundo. Caí en espiral. Seguí mi entrenamiento y: ¡Señor, sì, señor! Dejé de ser yo. Volví a ser soldado.

Juan M.

a ojos abiertos por Alejandro Padilla

Ando aqui desvistiendote en estas letras que sólo te conocen por mi culpa. Que si conociera otra forma de desnudarte lo haría, sin duda. Y me postro a los pies de la luna pidiéndole que me cuente una de sus mil y un historias que escuchó de los labios de Sherezada robadas antes de llegar a los ambiciosos oídos del Rey Sharhiar para asi ir al otro reino, ése donde reinan las nubes y las ovejas que brincan bardas y olvidar por un segundo esta realidad donde no te conozco y apenas te invento...

miércoles, 5 de octubre de 2011

aloH

No tengo más recurso que mis dedos y las teclas. No consulto, no me pregunto. Imagino una letra, luego una sílaba, una palabra. Oración, párrafo, inmensidad. Así se nace cuando se es un escrito, cuando te forman y te conformas. Si somos una página en blanco, que venga alguien y nos haga borrador. Quiero errar.


Me paso el tiempo y pienso si vale la pena expresarse sin mirar a los ojos. Cómo me gustaría plantarme enfrente de todos y observarles; sonreírles y hacerles ver que no todo es tan en serio. Así, fácil pero encantador.


No me tomen a mal, también tengo una imaginación, una que me deja verlos a todos como un solo expectador. Tienen cara de serios y exigentes, pero en el fondo son blanditos y con ganas de seguirme el juego. Jueguen y sean niños, crezcan por fuera y crezcan al revés por dentro.


Así como las líneas me salen sin sentido, así también me confundo poco a poquito. Un día estaré tan confundida que empezaré a ser coherente, comenzaré a ser normal y tal vez llegue a usar portafolios. No quiero mirar atrás y extrañar, sólo quiero seguir adelante y renacer todos los días.


Con un cabello que desconoce las cerdas de un cepillo, unos labios rojos de la paleta, unos jeans desgastados y unos ojos tristes, que sólo quieren mirar suave y pausado. Con portafolios y traje sastre, pero por dentro este pedazo de humano perdido.


Quiéranse con sus cuerpos desgarbados, léanme como si estuviera hablando con media sonrisa en la cara.
Sean sus libros y escríbanse la vida entera. No me busquen la cara, porque de seguro la tengo pintada con plumones o agüita de los ojos.


Sean libres dentro de la piel, saquen la lengua hasta que se les seque, lean clásicos y saquen a pasear a sus perros. Yo aquí siempre estoy para cuando quieran escuchar el silencio.










C. C.







martes, 4 de octubre de 2011

Justo después, me duermo.

"Cambiará el universo pero yo no".
-Borges.

Respiro, bebo una copa de tinto y me dispongo a terminar mi día.
Hojeo, segundo por segundo, las horas que ya terminan.
Reviso, cicatriz por cicatriz, que mi cuerpo siga como lo dejé. Existiendo.

Me quito el reloj, tiro mis zapatos a un costado de mi cama y desabotono mi camisa. 
Acostarme en esta cama se convirtió en mi única manera de escape. Escape a la nada.

Espero unos cuantos segundos para que los recuerdos lleguen a mi cabeza, como lluvia azotando a una flor desprotegida, como tormenta desmembrando parte por parte una ciudad, como reclamos.

Recuerdos vienen a mi mente y tus manos y las mías, que si vienes o que si voy (siempre soy yo el que va, no te preocupes) o que si ya estás harta de tanto tarareo y te empiezas a alejar. Nunca lo lograrás, yo tampoco.

Justo después, me duermo.

Despierto por el frío, apago el aire acondicionado y vuelvo a dormir.

Sueño contigo.

Despierto con un mal sabor a boca. Sabor a guerra. Sabor a metal. 
Batallas con las que tengo que lidiar con cada amanecer, con cada anochecer.

Respiro, bebo una copa de tinto y me dispongo a empezar mi día.
Hojeo, tarea por tarea, las actividades que apenas comienzan.
Salgo sin revisar mi cuerpo, esperanzado en que alguien me haga nuevas heridas, alguien con la que pueda lidiar otras batallas. Alguien que tenga el poder de lastimarme mas nunca lo haga.

Hoy despierto de verdad.



-Juan M.


Sol A Solas



No sabía cómo se llamaba, ella misma no se conocía,
Buscaba su rostro entre los charcos, pero su brillo la cegaba ante el espejo,
Trataba de verse al caer el ocaso, pero las nubes le impedían conocerse del todo,
En ocasiones se paseaba detrás de la única amiga que tenía, pero ella le temía y se escondía menguada,
Llevaba vestido blanco, con un pendiente de fuego boleado,
Solía contarme que nadie la miraba fijamente, y siempre se sentía sola,
Ella decidió expirar y ya no volvió a verme,
Dejamos de besarnos al amanecer,
Me dejó morir sin su calor,
Ella también era yo,
Ella era el sol.


Julián




Se abre el telón.

Mirá ché, el inicio no es más que el instante en que muere la espera.

Gerardo.