"Cambiará el universo pero yo no".
-Borges.
Respiro, bebo una copa de tinto y me dispongo a terminar mi día.
Hojeo, segundo por segundo, las horas que ya terminan.
Reviso, cicatriz por cicatriz, que mi cuerpo siga como lo dejé. Existiendo.
Me quito el reloj, tiro mis zapatos a un costado de mi cama y desabotono mi camisa.
Acostarme en esta cama se convirtió en mi única manera de escape. Escape a la nada.
Espero unos cuantos segundos para que los recuerdos lleguen a mi cabeza, como lluvia azotando a una flor desprotegida, como tormenta desmembrando parte por parte una ciudad, como reclamos.
Recuerdos vienen a mi mente y tus manos y las mías, que si vienes o que si voy (siempre soy yo el que va, no te preocupes) o que si ya estás harta de tanto tarareo y te empiezas a alejar. Nunca lo lograrás, yo tampoco.
Justo después, me duermo.
Despierto por el frío, apago el aire acondicionado y vuelvo a dormir.
Sueño contigo.
Despierto con un mal sabor a boca. Sabor a guerra. Sabor a metal.
Batallas con las que tengo que lidiar con cada amanecer, con cada anochecer.
Respiro, bebo una copa de tinto y me dispongo a empezar mi día.
Hojeo, tarea por tarea, las actividades que apenas comienzan.
Salgo sin revisar mi cuerpo, esperanzado en que alguien me haga nuevas heridas, alguien con la que pueda lidiar otras batallas. Alguien que tenga el poder de lastimarme mas nunca lo haga.
Hoy despierto de verdad.
-Juan M.